Borrar
El caballero del Conde Orgaz
cultura

El caballero del Conde Orgaz

Eloy Benito Ruano recibió en 2003 el homenaje de la Facultad de Historia entre recuerdos de sus primeros alumnos y discípulos | Esta es la crónica de aquel acto, en la que se desgrana el perfil del historiador

EVA MONTES , OVIEDO

Jueves, 24 de abril 2014, 05:27

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A sus 81 años, trajo consigo las calificaciones de sus primeros 122 alumnos, aquellos que estrenaron con él, allá por el curso 1964/65, la sección de Historia de la Universidad de Oviedo. Y tuvo la picardía el viejo profesor de ofrecer su lectura a un salón de actos, de la hoy Facultad de Historia, repleto a viejos alumnos y discípulos. Eloy Benito Ruano quiso indicar, a buen seguro, que ellos habían sido buenos estudiantes y, por ende, él excelente profesor.

Todos se reunieron ayer, al filo de los 38 años de vida de la Facultad de Historia de la Universidad de Oviedo, para rendir homenaje a quien logró del Ministerio de Educación de entonces que los amantes de la historia se desgajaran explícitamente de los de Filosofía y Letras. Por eso el de ayer fue un encuentro entre viejos compañeros y camaradas, que se divirtieron reconociéndose en la orla de aquella primera promoción en la que sólo 38 licenciados salieron al mercado laboral y social. Entre ellos, el hoy decano de la Facultad de Geografía e Historia, José Girón Garrote.

Eran otros tiempos que ayer tomaron cuerpo en las voces de dos de los discípulos más aventajados de Benito Ruano: Javier Fernández Conde e Ignacio Ruiz de la Peña, ambos medievalistas como el propio Ruano, y que evocaron lugares, ritmos y escenarios de unos años en los que la escasez hacía nacer el sentimiento de clan.

Es Eloy Benito Ruano hombre cercano en la palabra, dulce en el mirar y distante en la postura. Quizá fue la mezcla de esos tres elementos la que trasladó a 2003 la imagen retratada por Ignacio Ruiz de la Peña, Javier Fernández Conde y Adolfo Rodríguez Asensio.

Era fácil discernir, en el marco del viejo caserón de la calle de San Francisco de Oviedo, sede entonces de la Universidad, la figura retratada por Ruiz de la Peña, «con su traje, su fulard y su pipa. Recuerdo que Emilio Alarcos, decano entonces de la Facultad de Filosofía y Letras, decía de él que era como un caballero del 'Entierro del Conde Orgaz' que había llegado tarde al entierro».

Y debió de ser ésta una definición -al más puro estilo alarquiano- que trascendió aulas y tiempos, porque fue ayer un continuo referente para los oradores, ante la sonrisa benevolente del maestro. Probablemente la misma que permitió que sobrevivieran muy armoniosamente en el mismo círculo, en los años sesenta y setenta, ideas políticas muy dispares.

«Nosotros éramos todos muy radicales, muy de izquierdas o más allá, y él no participaba de esas ideas, pero nunca tuvimos problemas por ello. La libertad de cátedra era su propia libertad, nuestra libertad», señaló, lento y emocionado Javier Fernández Conde. El mismo que recuerda hasta la ropa que llevaba cuando Ruano le llamó para incorporarse a las labores docentes de su minúsculos grupo de trabajo.

El yugo del maestro

En ese mismo sentido, Ruiz de la Peña señaló que tenía la potestad de imponer «el peso suave del yugo del maestro», y Rodríguez Asensio, que apeló también al Conde Orgaz, le recordó con el libro 'Las raíces de España' bajo el brazo, en un tiempo en que «todo el mundo había estado en mayo del 68 en París, pero no se había visto a nadie».

Hubo tiempo también para las leves quejas en un acto sin autoridades rectorales. Como las de Ruiz de la Peña, que pidió que se reintegraran los bancos del patio del Edificio Histórico; la de Asensio, quien señaló que los decanos ahora no mandan nada, y la del propio Girón, quien censuró la imagen modernista del equipo rectoral que contrarrestó con la del prerrománico. Eloy Benito Ruano es asturiano de adopción. Vino con la intención de quedarse dos meses, como trampolín para universidades mejores, y se quedó 17 años. Ejerció aquí su magisterio, creó una escuela y se fue a Madrid por sus bibliotecas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios