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En primer término las autoridades asistentes al solemne oficio religioso celebrado ayer en Candás.
Candás no olvida su herencia marinera

Candás no olvida su herencia marinera

«El recuerdo de los náufragos atañe a todo el pueblo porque todos en él tienen algo de marineros», resalta Tito Aramendi

PEPE G.-PUMARINO

Domingo, 15 de enero 2017, 01:48

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El pueblo de Candás cumplió un año más con el acuerdo adoptado por la Sociedad de Mareantes en su primera reunión celebrada en 1881 de establecer el 14 de enero como fecha para honrar a sus náufragos. Una referencia en el calendario local anual que cuenta con otras versiones como la ofrecida por el historiador local ya fallecido, David Pérez-Sierra. Este investigador consideró que la razón de esta conmemoración obedece a que en el mes de enero es cuando se produjeron dos grandes naufragios, con más de 90 y de 30 muertos, en el siglo XIX.

De cualquier manera y como apunta Tito Aramendi, de la asociación cultural Candás Marinero «Candás siempre vivió de la mar, y la misa sigue vigente por el apego que el pueblo tiene siempre presente en el recuerdo de sus náufragos que atañe a todo el pueblo y no solo a los marineros, precisamente porque todos en él tienen algo de marineros».

El balance de fallecidos en la mar en las crónicas de la época recogen que el día 26 de enero de 1840, perecieron un total de 96 pescadores. La segunda gran tragedia tuvo lugar el 17 de febrero de 1877, en el que murieron ahogados otros 30 más. Como relata el colaborador de EL COMERCIO, José Marcelino García, en una de sus crónicas «una esa fecha en la que aún persiste el recuerdo de aquella tragedia (una más) acaecida ese día de 1877, en la que treinta y un marineros candasinos y tres de Bocines, que habían salido en doce lanchas a la pesca del besugo...». Aramendi también señala haciéndose eco de otras reseñas que «antes de esas fechas y después de ellas, fueron bajando al fondo de la mar cientos de marineros candasinos. Algunos casi niños, muchos jóvenes, casados y solteros, y bastantes viejos. Todos ellos no tuvieron el derecho a morir en sus camas rodeados de los suyos después de una larga vida de trabajo, hambre y mil penurias». Las casas de La Cuesta, El Rincón, El Cueto o Santaolaya habitadas por los familiares de los fallecidos se convirtieron en el refugio de viudas y huérfanos de los ahogados. Madres que se quedaron sin hijos, hogares desechos, casas sin nadie, son otros relatos que reflejaron el sufrimiento padecido por el pueblo candasín.

El barrio gijonés de Cimavilla fue el lugar de recogida de muchos huérfanos y viudas, de ahí, que el dicho popular que dice que Cimadevilla es un barrio más de Candás.

La Cofradía de Pescadores Virgen del Rosario, es la encargada de organizar esta celebración que ayer estuvo presidida por el párroco de San Félix, José Manuel García y oficiada por el de Lugones, Joaquín Serrano.

Encabezando las autoridades asistentes, el patrón mayor de la cofradía José Ángel Gutiérrez y la alcaldesa, Amelia Fernández. La misa fue cantada por la coral polifónica Aires de Candás.

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