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Las pintadas a favor y en contra de la mina se convirtieron en un elemento más del paisaje del concejo.
Salave: punto final a la mina de oro

Salave: punto final a la mina de oro

El proyecto de Asturgold dividió durante cuatro años a los tapiegos. Unos veían en éste un grave ataque medioambiental y otros habían puesto todas sus esperanzas en que la mina impulsase a una comarca muy castigada por la crisis. El Principado ha zanjado el debate con su 'no' a la explotación aurífera por su impacto ambiental

Marta Alonso Ron

Sábado, 20 de diciembre 2014, 01:48

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Los vecinos de Tapia saben que su concejo esconde oro. Tras 300 años de explotación, los romanos dejaron en la localidad de Salave, unos dos millones y medio de onzas de este preciado mineral que han permanecido ocultos en un paraje arbolado y salpicado de pequeñas lagunas. Conocidos como los Lagos de Sílva, estas acumulaciones de agua son hoy el testigo de los trabajos realizados hace siglos y lugar de paso de los amantes de la naturaleza. Es por tanto una zona doblemente preciada, y desde los años sesenta, más de una empresa mineras se ha interesado en ella, sentando su base en este municipio del Occidente asturiano que debe al turismo, la agricultura y la ganadería, buena parte de sustento económico.

La inviabilidad de los diferentes proyectos realizados en este concejo de menos de 4.000 habitantes, hacía que la fiebre del oro llegase y se esfumase al mismo tiempo que lo hacían las compañías interesadas en su extracción. Tapia tenía oro, sí, pero nadie parecía interesarse en él y por eso no afectaba demasiado la vida de los tapiegos. Sin embargo, todo cambió hace cuatro años. La compañía canadiense Asturgold desembarcó en la zona tras hacerse en el año 2009 con la empresa Explotaciones Mineras del Cantábrico. A Tapia llegó con un prometedor proyecto para extraer 70 toneladas del mineral y la promesa de crear 500 puestos de trabajo (200 para los vecinos de la zona) durante diez años. En el concejo se volvía a hablar de la mina, de sondeos, de prospecciones, de oro y de empleo. Pero poco a poco los términos cianuro, balsas residuos y perforaciones también se escuchaban entre los corrillos de los vecinos, algunos de los cuales empezaban a ver con recelo que se retomase la idea de desenterrar el oro. Sin duda, muchos detalles hacían que este proyecto fuese diferente a los demás y, probablemente, la crisis económica y la noble esperanza de encontrar un puesto de trabajo fue el que más pesó a la hora de dividir a toda una comarca durante cuatro largos años.

Al tiempo que las noticias iban surgiendo y el proyecto tomaba diferentes formas, la compañía recibía currículos en sus oficinas y la esperanza de que la actividad minera impulsase la economía de la zona ganaba fuerza entre unos, mientras que otros querían saber cuáles serían las consecuencias medioambientales y también económicas que podría acarrear el negocio de Asturgold. No hay que olvidar que Tapia de Casariego vive del turismo, la agricultura, la ganadería y la pesca. Tres sectores consolidados que también reivindican su derecho a subsistir y que veían amenazada su continuidad ante posibles filtraciones de productos nocivos. Las ganaderías de la zona alegaban que se ponía en juego su contrato con las empresas lecheras ya que la actividad minera podría tener su reflejo en los controles de calidad. En definitiva, sobrevolaba el temor de que los residuos generados por la actividad minera pasasen a la cadena alimentaria a través del agua, llegando a los productos de la huerta o del propio pescado. Una posibilidad que siempre ha negado la empresa pero que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico ha considerado probable en numerosas ocasiones. También las empresas vinculadas al turismo temían que estos trabajos pudiesen restar atractivo a una zona conocida por sus paisajes naturales -solo hay que acercarse a los Lagos de Silva para darse cuenta de ello-.

Este caldo de cultivo hizo que pronto surgieran dos asociaciones en la comarca que durante este tiempo han liderado el clamor en contra y a favor de la mina: 'Oro no' y 'Trabajo ya, mina sí'. Pero sin pertenecer a ellas, muchos habitantes de la zona fueron tomando partido por una u otra posición haciendo de la mina de Salave el principal tema de confrontación entre los vecinos, especialmente entre los que residen más cerca de la futura mina. Durante mucho tiempo, era habitual que las reuniones familiares o de amigos terminasen en discusiones sobre el proyecto canadiense en las que se enfriaban relaciones de toda la vida. Mientras, en la villa se convocaban actos de protesta o apoyo a la mina, así como reuniones informativas oranizadas en muchas ocasiones por la propia empresa para trasladar su proyecto a los vecinos. Esta división llegó incluso a tener sus consecuencias políticas. El entonces alcalde Manuel Jesús González 'Cuco', fue recusado durante un pleno en diciembre de 2011, por su paralización de los sondeos de Exploraciones Mineras del Cantábrico. Una decisión que finalmente acabó con el mandato del regidor antes de terminar su legislatura , al decidir éste presentar su dimisión por la situación de ingobernabilidad en la que se encontraba el Ayuntamiento.

Otra de las ideas innovadoras que Asturgold puso sobre la mesa consistía en trasladar la boca de la mina unos 2,7 kilómetros y medio de un yacimiento que, a su vez, se encuentra a tan solo 300 metros de distancia de la costa cantábrica. Esto evitaría hacer una mina a cielo abierto pero también obligaría a construir un túnel que salvase esta distancia y que tendría un diámetro de cinco metros. Por allí se extraería el mineral, pero también los residuos resultantes de la explotación: unas 200.000 toneladas de materiales entre los que se encontraba el azufre o el arsénico que permanecen adheridos al oro presente en Tapia. La mina también exigía la instalación de una balsa de unas diez hectáreas para el tratamiento de los residuos estériles, y otras dos más pequeñas para el material no procesado.

Los responsables de la mina siempre han garantizado que el agua que se vierta al mar o a los ríos durante este proceso sería totalmente inocua. Sin embargo, sus explicaciones no convencieron a la Conferencia Hidrográfica del Cantábrico que, en tres ocasiones, han tumbado el proyecto de la empresa canadiense. La última fue en septiembre de 2012. Aquel año el organismo responsable de velar por la calidad de las aguas emitió una declaración de impacto ambiental que no autorizaba la planta de tratamiento aurífero y el depósito de los residuos mineros. Esta oposición llevó a la empresa interesada a presentar en 2013 un estudio ampliado ante la dirección Dirección General de Minería y Energía del Principado, con la esperanza de poder seguir adelante con su proyecto. Sin embargo, el Principado, basándose nuevamente en los informes de la Confederación, rechazaba nuevamente el proyecto de Salave. La decisión, tomada en el Gobierno regional, inclinaba la balanza a 150 kilómetros haciendo que una mitad de los tapiegos viesen reconocidas sus razones para que el oro siga enterrado.

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