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Javier Valle, segundo por la izquierda, con su cuadrilla de trabajo.
«Nos acojonamos un poco cuando leímos la palabra islamista»

«Nos acojonamos un poco cuando leímos la palabra islamista»

El riosellano Javier Valle, de 34 años, cuenta la trágica mañana de la que fue testigo ayer en Ottawa, cuando se encontraba trabajando en el Parlamento de Canadá en el momento del ataque de un joven islamista. En él resultaron muertos un soldado y el asaltante

Cristina M. Gayo

Jueves, 23 de octubre 2014, 17:29

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«Porque estaba cerrado, que, si no, yo hoy habría ido a trabajar». Así de tranquilo se mostraba el riosellano Javier Valle, de 34 años, que ayer se encontraba trabajando en el Parlamento canadiense, en Ottawa, cuando un ciudadano quebequés convertido al Islam atacó las instalaciones. En el suceso resultó muerto, por disparos del asaltante, un soldado, además del propio hombre que irrumpió armado en el lugar, que falleció abatido por la Policía.

Javier está en Canadá desde hace tres años trabajando en la empresa Sondeos, Inyecciones y Trabajos Especiales S.A. (SITE) y lleva uno en Ottawa, en donde se encarga de las tareas de rehabilitación de uno de los edificios que componen el Parlamento. Ayer, como cada día, llegó a su lugar de trabajo a las 7 de la mañana. Nada hacía presagiar que la jornada sería distinta, pero tanto él como sus compañeros (dos andaluces, un gallego y un marroquí) se equivocaban. A las 10 de la mañana alguien de seguridad les dio un orden tajante y clara: «Tenéis que salir de aquí. Ya». Ni siquiera pudieron parar la maquinaria.

Hoy, recién levantado tras pocas horas de sueño, este asturiano responde amablemente a la llamada telefónica de ELCOMERCIO.es. Habla con sosiego y sin rastro de susto en el cuerpo. «Ahora ya está todo bien, pero no fue una noche fácil por los nervios. Apenas dormí porque había que tranquilizar a la familia», comienza.

Asegura que les llevaron a un edificio en el que había unas trescientas personas más, distribuidas en dos plantas. Ni ataques de pánico ni gritos. Todo el mundo en calma. «Un claro reflejo del carácter de los canadienses», corrobora.

Según relata, la información que les daban era más bien poca y comenzaron a enterarse de lo que ocurría a través de los móviles. «Por la prensa española supimos que podría tratarse de un islamista. Luego llegó un compañero que se encontraba fuera y nos contó la que se había armado: policía, las calles acordonadas, vehículos que parecían tanques... Los agentes le habían escondido en un contenedor de material para protegerle. Allí estuvo junto a otras personas que en el momento del ataque estaban en plena calle y luego entró donde estábamos nosotros».

Al recibir a su compañero y leer las noticias fueron dándose cuenta de que «aquello no era broma». «Nos acojonamos un poco al leer la palabra islamista», reconoce finalmente Javier.

El encierro en el Parlamento duró casi doce horas. A las 10.30 de la noche Javier y su cuadrilla de trabajo salieron por su propio pie a través de un cordón policial, «aunque poco antes nos decían que nos iban a meter en un autobús del que no podíamos saber el destino por motivos de seguridad». Finalmente abandaron el inmueble caminando y lo que se encontraron fue un escenario extraño: «parecía un pueblo fantasma».

Sin embargo, la capital canadiense hoy ya ha recobrado la normalidad. Explica Javier que todo sigue funcionando igual, aunque la conmoción de sus ciudadanos es notable. Están «sorprendidos» y se preguntan cómo pueden haber sucedido dos sucesos similares en pocos días en un país que presumía de ser uno de los más seguros del mundo (el lunes un joven yihadista atropelló en Quebec a dos soldados y uno de ellos murió).

A pesar de lo ocurrido, Javier asegura que ni se plantea volver a España. No se siente «inseguro» ni vio su vida «peligrar», así que no moverá las fechas de su próxima visita a su país: «claro que iré, pero en Navidad».

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