Borrar
Cristiano se lamenta.
El líder de los contrastes
Análisis

El líder de los contrastes

El Real Madrid de los 'intocables' se debate entre la mejoría y la histeria después del empate frente al Villarreal

Miguel Sesé

Lunes, 2 de marzo 2015, 18:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La privilegiada situación del Real Madrid, líder con dos puntos de ventaja sobre el Barcelona y siete sobre el Atlético, y con pie y medio en los cuartos de final de la Liga de Campeones, no esconde un trasfondo mucho más tenebroso, el de las dudas que presenta el equipo de Carlo Ancelotti cuando enfrente tiene ante sí a un rival de entidad. El último en sacarle los colores fue el Villarreal en un encuentro en el que ciertos comportamientos individuales y colectivos enervaron a la grada del Bernabéu hasta el punto de contradecirse a sí misma. La abulia del trío ofensivo, de los 'intocables', sacó de quicio a más de uno, pero también el cambio del último jugador que ha adquirido ese rango, Isco, sustituido para enmendar el error anterior de dar entrada a Jesé por Lucas Silva y que provocó un absoluto naufragio en el centro del campo. Quizá los sagrados para el técnico no coinciden del todo con los del magnánimo público, o igual es que la falta de resultados y tratar de hacer las cosas tarde y mal los puso nerviosos a todos. Lo cierto es que la ocasión era la idónea para dar un golpetazo en la mesa, y el revés ha hecho que se le nuble la vista a un equipo que, con los números en la mano, debería tener muchos más motivos para la serenidad que para el eterno ataque de histeria en el que vive en la presente temporada.

Los blancos necesitaron a más de medio Bernabéu silbando para desperezarse en un partido que les habría permitido desterrar al Atlético de Madrid de la lucha por la Liga y mantener cuatro puntos de ventaja sobre el Barcelona que podrían garantizar llegar líderes a la cita del Camp Nou. El despertador sonó de forma estruendosa, pero lo hizo tarde, con una hora de partido entregada, empate a uno en el marcador y las prisas típicas de aquel que llega apurado al trabajo después de que se le hayan pegado las sábanas, estableciendo un claro paralelismo con la semana aciaga de Jesé. El canario puso mala cara en Elche, después abandonó bien entrada la madrugada la famosa cena de 'conjura' de la plantilla y arrancó el domingo llegando tarde a la hora de la convocatoria, teniendo que adecuar su atuendo y despojarse de su ladeada gorra a la carrera mientras el resto de los jugadores ya esperaban uniformados dentro del autobús. Álvaro Arbeloa, señalándose la muñeca, fue el único que reprendió su conducta.

Más allá se erigen Ancelotti y la eterna sensación de que nada, nunca, va a provocar un fuego a su alrededor. Su tacto es loable, y los resultados a largo plazo son innegables, pero en las distancias cortas queda el rumor en público de que tanta mano izquierda está provocando relajaciones en jugadores que, quizá, necesitan que los metan un poco más en vereda para, por ejemplo, ayudar al equipo en la faceta defensiva. Con tres estrellas por encima del bien y del mal, protegidas desde la presidencia, son los virtuosos Isco y Kroos los que deben ayudan a Lucas y los defensas a la hora de achicar agua, dejando sin rastro el manido 'equilibrio' que dice buscar el italiano en todas y cada una de sus comparecencias ante los medios. Los minoritarios pero habituales silbidos cada vez que su nombre suena por megafonía le reprochan justo eso, que su cintura, la que da títulos, no vaya acompañada de vez en cuando de un derechazo que deje claro que él es quien manda.

Por este camino tan turbulento se encuentran llanos, largos y agradables, como la sucesión de victorias frente a Deportivo, Schalke y Elche. El problema llega en los puertos. La victoria del Real Madrid contra un Barcelona en construcción y la exhibición en Anfield son grandes excepciones para un equipo que ha fallado en Valencia, en los dos partidos ligueros contra el Atlético y en la eliminatoria de Copa contra los de Simeone.

La última tachuela, el Villarreal, anestesió y sacó de quicio a los blancos dependiendo del momento. Lo de Illarramendi por Isco fue el perfecto reflejo del sinsentido del carrusel de emociones que se exaltan en Concha Espina. La grada estalló contra el técnico al tiempo que Marcelino, en el banquillo rival, maldecía el movimiento: «Si no llegan a proteger el centro del campo les habríamos ganado». Frío análisis que de nada sirve en una entidad que convierte en norma cualquier triunfo y en tragedia cualquier paso en falso.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios